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viernes, 16 de mayo de 2014

La delincuencia juvenil, la ciudad y los “negros”

La delincuencia juvenil,
la ciudad y los “negros”

Osvaldo Agustín Marcón

DIARIO EL LITORAL DE SANTA FE http://www.ellitoral.com/

Muchas veces se ha dicho que afortunadamente la Argentina no necesita lidiar con las conductas racistas observables en otras sociedades. Dicha afirmación integra el imaginario colectivo e inclusive tiene asidero en ámbitos académicos y políticos. Sin embargo, cualquier ciudadano más o menos atento advierte que en las últimas décadas se ha acentuado notoriamente el rechazo de unos grupos sociales hacia otros. En la verba cotidiana, y aunque no excluyentemente, esto aparece en la expresión “los negros”, con la cual unos ciudadanos se refieren y, simultáneamente, diferencian de otros a quienes desprecian.

Como sabemos, el racismo no necesariamente está vinculado con la de por sí polémica identificación de razas humanas sino que -más usualmente- se relaciona con variadas mecánicas discriminatorias. La categoría “negros”, en este caso, no es utilizada para designar a los integrantes de la raza negra, y ni siquiera a los emergentes de los distintos mestizajes aun cuando la mayoría de los así designados podrían allí ser incluidos. Más bien tal denominación refiere a los pobres (*) a quienes inclusive, por lo común, se los presume malos. Es difícil que estos pobres, catalogados como “negros”, puedan ser considerados buenos. Los pobres buenos integran otros grupos, caracterizados por sus dóciles comportamientos, sin desarrollar resistencias que lesionen directamente los patrones de orden y progreso admirados por los “no-negros”. Y aun menos buenos son “los negros” cuando logran niveles básicos de organización para la acción, ante lo cual suelen ser descalificados de peor manera.

En esta cuestión, aparece una clave central para el desarrollo social pues es indispensable el logro de satisfactorios niveles de integración sociocultural que permitan proyectar formas de vida para todos. Como en todo proceso de negociación, esto exige renunciamientos que culminen en una síntesis superadora. En esto, subyacen profundos significados que vienen siendo objeto de preocupación desde las Ciencias Sociales porque indican importantes movimientos a nivel de estructura social.

Ahora bien: los actos delictivos cometidos por ciudadanos menores de edad se dan en medio de este conflicto entre “negros” y “no-negros” lo que, claro está, no significa que todos los pobres (o “negros”) son delincuentes. No obstante, y en relación con esto último, es evidente que entre “negros” y delincuencia, existen algunas correlaciones a atender pues de otro modo no se explica por qué la privación de libertad recae de manera casi sistemática sobre este sector poblacional. En relación con todo esto subrayemos otro aspecto: no puede sostenerse estadísticamente el supuesto según el cual los que delinquen son siempre los mismos (es decir: siempre los mismos apellidos) pues si así fuera, en el caso de la ciudad de Santa Fe, el escenario sería catastrófico. Por el contrario, existe un modelo de desarrollo que lleva consigo la capacidad de renovar sistemáticamente este tipo de conductas y, por ende, de construir día tras día nuevos artífices de las mismas aun cuando existe obviamente- un grupo relativamente chico de reincidentes. Vale insistir: no son siempre los mismos sino que la realidad social promociona constantemente nuevas versiones de estas conductas.

Aquí es donde se advierten dimensiones muy concretas de la aludida integración sociocultural como problemática estructural. Ni única ni absoluta, pero sí constitutiva de aquellos hechos que luego se piensan como delitos sin historia, mágicamente sucedidos o, peor aún, suponiendo que se trata de unos “negros” que deciden libremente arriesgar su libertad y su vida a cambio de un teléfono celular o una bicicleta que pueden robar en las calles de la ciudad, sin más. Es por ello que la ciudad es uno de los continentes en los que convendría promover dicha amalgama sociocultural, acordando qué niveles de conflictividad se pueden tolerar y qué mecanismos utilizar para resolverla, todo en un marco de diversidad organizada.

A título ilustrativo, recordemos que aquella firme tendencia a controlar rápidamente el conflicto emocional mediante el mote de “negros” viene repitiéndose por ejemplo- ante diversas experiencias de ordenamiento territorial, terminología gubernamental que en sí misma llama la atención por la significación que suele adquirir el término territorio, muy proclive a ser utilizado como sinónimo de mero terreno. Si hemos planteado la necesidad en términos de integración sociocultural, es aclarando que ella no debe ser confundida con operaciones de simple deslocalización y localización geográfica. Todo ordenamiento debería tener en cuenta la centralidad de la integración sociocultural bajo riesgo de alimentar la agresividad subyacente en la referida denominación de unos contra otros.

Aunque en distintas proporciones los mencionados renunciamientos deberían ser asumidos por todos los barrios. Históricamente, han sido importantes las inversiones que beneficiaron a unos en detrimento de otros configurándose una injusta distribución de los distintos capitales disponibles (sociales, culturales, económicos, etc). Ello se advierte fácilmente, por ejemplo, si se observa el equipamiento comunitario con que cuentan unos sectores en relación con otros. Todo esto provoca cierta extranjeridad de muchos santafesinos en su propia ciudad toda vez que se ven a sí mismos en comparación con otros que pueden desarrollar su cotidianeidad en medio de exquisiteces naturales y arquitectónicas como por ejemplo- costaneras, puentes, lagos, puerto, etc. El asunto forma parte de los complejos procesos que concurren en el delito. De allí, que nunca estos problemas han sido resueltos a través de distintas deformaciones tales como la policización, psicologización, biologización o sociologización, entre otras. Una vez más entonces: ante problemas complejos se requieren intervenciones complejas.

(*) No incluimos aquí la discusión relacionada con el uso del término frente a otros posibles (p.ej.: exclusión, desafiliación, etc).


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